El presidente de la Nación, Alberto Fernández, rechazó este jueves haber triplicado su patrimonio personal en el último año y realizó duras críticas a la prensa.
En una carta que compartió a través de sus redes sociales, el jefe de Estado sostuvo: "Son exactamente los mismos bienes que hoy tengo. Nada se incrementó en mi patrimonio. Solo el efecto de los revalúos dispuestos por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y por la Administración Federal de Impuestos han determinado que esos valores crezcan tanto como las autoridades han ordenado".
"Nunca me canso de decir que soy, en esencia, un profesional de la clase media. He sido criado en una familia en la que el padre era un juez que al tiempo de ser cesanteado en agosto de 1976 por quienes asaltaron el poder de la república", señaló.
Luego, agregó: "Vivía en una casa alquilada en Villa el Parque y poseía un automóvil Cadillac modelo 1949. En el barrio, no era 'el hijo de la familia acaudalada'. Era simplemente 'el hijo del juez' y ese era mi mayor orgullo".
La declaración jurada de Alberto
Según se desprende de la declaración jurada que fue presentada ayer ante la Oficina Anticorrupción, el patrimonio del Presidente alcanzó los $ 17.833.320 y escaló un 107% respecto al año anterior.
Entre sus principales activos, se encuentran el departamento de avenida Callao al 1900 que está valuado en $ 12,2 millones, un valor que ascendió a 10 millones más desde su ultima tasación en 2020 -se encontraba en más de 2 millones-. Cuenta además con un vehículo de marca Toyota Corolla 1.8 modelo 2019 que está valuado 1,4 millones, mismo valor que había informado al inicio del período.
Durante el ejercicio, sus deudas se redujeron en gran cantidad, cancelando alrededor de $71.000 de los $267.816 que debía. Sin mayores ahorros, Fernández declaró también $ 444.617 en una cuenta bancaria y bienes del hogar por $756.662.
Informó además ingresos anuales como líder del Ejecutivo por un total de $5.905.901 o $454.000 por mes. Sobre sus gastos, detalló que hace un año atrás un presupuesto promedio mensual de $221.000. Revela finalmente contar con una participación accionaria de $84.149.
La carta completa
En 1998, Tomás Eloy Martínez escribió un formidable Decálogo del Periodista. Diez reglas que, de cumplirse cabalmente, ennoblecerían la labor de quien informa. El séptimo mandamiento de ese decálogo reza que todo periodista debe “evitar el riesgo de servir como vehículo de los intereses de grupos públicos o privados”.
Hace dos años atrás, prologando un libro titulado “Periodismo. Instrucciones de uso. Ensayos sobre una profesión en crisis”, Reynaldo Sietecase sostuvo que “en el fragor de la pelea política dejó de ser relevante si lo que se comunica es cierto. Lo que importa es su efecto. Para algunos esa lógica se hizo habitual a la hora de comunicar”.
Esta mañana amanecí y vi que el diario La Nación encabezaba su edición con un título a cuatro columnas que dice textualmente “Se triplicaron en un año los patrimonios de Fernández y de Cristina Kirchner”.
Nunca me canso de decir que soy, en esencia, un profesional de la clase media. He sido criado en una familia en la que el padre era un juez que al tiempo de ser cesanteado en agosto de 1976 por quienes asaltaron el poder de la república, vivía en una casa alquilada en Villa el Parque y poseía un automóvil Cadillac modelo 1949. En el barrio, no era “el hijo de la familia acaudalada”. Era simplemente “el hijo del juez” y ese era mi mayor orgullo.
Crecí, recibí educación pública, me gradué en abogacía, construí una familia, pude comprar una casa en la que maduró mi hijo mayor, me asocié en la compra de una oficina y pude disfrutar de tener siempre un auto estándar de fabricación nacional. Cosas que ocurren en la clase media argentina.
Con esos bienes accedí a la Presidencia de la Nación. Son exactamente los mismos bienes que hoy tengo. Nada se incrementó en mi patrimonio. Solo el efecto de los revalúos dispuestos por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y por la Administración Federal de Impuestos han determinado que esos valores crezcan tanto como las autoridades han ordenado.
Debo confesar que también llamó mi atención la mención que el mismo diario hizo en la misma nota a Cristina Kirchner, atribuyéndole haber triplicado su patrimonio. Semejante conclusión se vuelve absurda a poco que se repare en que, en virtud de las inhibiciones de bienes dispuestas en los diversos procesos al que se ha visto sometida en los últimos años, su capacidad de disposición patrimonial ha quedado acotada tan solo al manejo de sus ingresos previsionales.
Por el respeto que me genera la memoria de mi padre, he hecho de mi honestidad un valor supremo. Pongo todo mi empeño para que en mi gobierno la transparencia de la gestión no se empañe por la inconducta de un funcionario. Por eso duele semejante manipulación de la realidad.
Hasta el más distraído sabe que el diario “La Nación” hace caso omiso al séptimo mandamiento del decálogo de Tomás Eloy Martínez. A nadie escapa que sirve a intereses políticos y económicos perfectamente identificados. Practica lo que Martín Caparrós llama Periodismo Gillette, un periodismo que dice “fiscalizar el poder” utilizando una doble vara porque en verdad en ese acto de fiscalización sirven a otros poderes. Dichos “medios y sus periodistas -escribe Caparrós- condenan a esos colegas que llaman activistas porque muestran ‘una ideología'. Así postulan que lo que ellos despliegan no es ideología: defender la economía de mercado y la propiedad privada y la delegación del poder no lo es; eso es pelear por la verdad, la libertad, la democracia, todo eso que no se puede cuestionar”.
Periodismo Gillette a juicio de Caparros. Manipulación de la verdad a mi juicio. Otra muestra de la decrepitud que exhibe altivo parte del periodismo argentino.